Hechos por la mano de Dios con propósito.
“Antes de hacerte en el vientre de tu madre, te escogí. Antes que nacieras, te escogí para un trabajo especial.” (Jer.1:5)
Ud. fue creado para cumplir una función especial. Fue salvado para servir a Dios.
La Biblia dice, “Es él quien nos salvó y nos escogió para su obra santa, no por que nosotros lo merecíamos sino porque ese era su plan.”
Dios lo redimió para que pudiera hacer Su “obra santa”. Uno no recibe salvación mediante el servicio, sino que uno recibe salvación para servir.
En el reino de Dios, usted tiene un lugar, un propósito, un papel y
una función que realizar. Esto le da a su vida un gran significado y valor.
Le costó a Jesús su vida para comprar su salvación. La Biblia nos recuerda, “Dios pagó un gran precio por ustedes. Por lo tanto, usen su cuerpo para honrar a Dios.”
No servimos a Dios porque sentimos culpabilidad o porque sentimos miedo y mucho menos porque nos sentimos obligados, sino porque sentimos gozo y una profunda gratitud por lo que ha hecho por nosotros. Le debemos nuestras vidas. Por medio de la salvación nuestro pasado ha sido perdonado, nuestro presente tiene sentido y nuestro futuro está ase-
gurado. A luz de estos beneficios increíbles, Pablo concluyó, “Debido a la gran misericordia de Dios… ofrézcanse ustedes mismos como sacrificios vivos a Dios, dedicados a su servicio.” Romanos12:1
Si somos de Dios, glorifiquemos a Dios, si tenemos algún problema en la vida, como somos de Dios no debería ser nuestro problema sino de nuestro dueño y Él sabrá tener cuidado de nosotros. Si confiamos en nuestro hacedor, Él frente a cada peligro o amenaza en nuestro caminar por esta vida, nos enseñará la salida o abrirá caminos donde no los hay.
Nunca terminaremos de conocer el poder de Dios hasta que no nos veamos sometidos a una gran prueba, dificultad o tentación, será allí donde nuestra confianza en Él será probada y en donde cada uno de nosotros aprenderá que nuestro amante Dios nunca nos dejará solos.
Él no merece que dudemos, ni que volvamos atrás o dejemos de predicar su palabra porque otros nos tratan mal o decepcionan, no vale la pena, nadie ha pagado ningún precio por nosotros como Cristo.
Por esto que nada perturbe nuestro caminar y nos impida tener el mas grande privilegio que pudiese tener hombre alguno y es de ir a morar con Él por la eternidad.
Su invitación nos dice:
En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis. Juan 14:2-3
P DF