Alma mía, en Dios solamente reposa

Allen Gardiner
Hijo de Samuel Gardiner, sirvió durante varios años en la Real Armada, hasta que pidió la baja tras el fallecimiento de su esposa, en 1834. Se dedicó a la actividad misionera en Sudáfrica, en Nueva Guinea y en Polinesia.
En 1838 viajó a Buenos Aires y de allí pasó a Valdivia, en Chile. Intentó una misión entre los mapuches, que terminó en un rotundo fracaso.
De allí pasó a las islas Malvinas, donde se unió a la Sociedad Misionera de la Patagonia. Desde allí recorrió el estrecho de Magallanes, la isla de Tierra del Fuego, y el canal que marcaba el límite de ésta por el sur, al que adjudicó el nombre actual de canal de Beagle. Regresó a Inglaterra, donde fue nombrado secretario de la Sociedad.
En 1845 viajó nuevamente al estrecho de Magallanes, en cuyas costa meridional se instaló, iniciando una misión entre los selknam. Dado que atraía a los indígenas con víveres, logró que se instalaran durante algunos días en las cercanías; pero al poco tiempo lo abandonaron, en busca de caza. Por otro lado, un buque chileno se estableció en el mismo lugar e inició negociaciones con los indígenas para convertirlos al catolicismo. Gardiner protestó airado y cuestionó la soberanía chilena sobre el estrecho. En respuesta, fue obligado a embarcarse en un buque inglés que cruzaba el Estrecho.
Pasó al Perú, donde intentó misionar entre los quechuas y aimaras de ese país y de Bolivia, pero éstos prefirieron continuar fieles a la Iglesia Católica. Viajó por el norte de la Argentina vendiendo Biblias en idioma inglés, y terminó su camino en Buenos Aires. Logró ser recibido por varios funcionarios de alto nivel, pero el gobernador Rosas se negó a recibirlo. De paso por Montevideo se hizo amigo y obtuvo la protección del poderoso comerciante Samuel Lafone, pero pronto regresó a Inglaterra.
En 1848 volvió a embarcarse rumbo al sur: desembarcó en la isla Picton, en la boca del canal de Beagle, con la intención de instalar una nueva misión, pero al día siguiente abandonó todo. Pasó muchos meses en las Malvinas.
A principios de 1851 se trasladó nuevamente a la isla Picton con una serie de lanchas metálicas, con la intención de trasladarse posteriormente a un lugar menos inhóspito. La llegada de los indígenas complicó la situación, ya que éstos – acostumbrados a los regalos de los misioneros y carentes del concepto de propiedad – se llevaron todo lo que tenían a mano, eran hostiles a los misioneros y no les prestaron ni atención ni albergue. El capitán y sus compañeros tuvieron que cazar y pescar para poder comer. Al tiempo la pólvora era escasa y húmeda y sus redes se rompían con los hielos flotantes. El grupo no tuvo otra alternativa que esperar junto al mar el barco de reabastecimiento que debía venir…pero que llegó demasiado tarde. Todos los víveres se agotaron. El frío, el viento constante, el hambre, fueron debilitándolos, y solos, lejos de sus seres queridos, lejos de todo el mundo civilizado, uno a uno fueron muriendo. El capitán Gardner mantuvo un diario de los hechos de esos días, de sus pensamientos y oraciones, hasta que no tuvo ya fuerzas para seguir escribiendo. En una roca, quizás con un último esfuerzo, pintó una flecha. Apuntaba hacia la cueva que cobijaba los cuerpos de sus amigos. Y también pintó una cita bíblica.
Salmos 62:5-8
confío en DiosAlma mía, en Dios solamente reposa,
Porque de él es mi esperanza.
Es mi refugio, no resbalaré.
En Dios está mi salvación y mi gloria;
En Dios está mi roca fuerte, y mi refugio.
Esperad en él en todo tiempo, oh pueblos;
Derramad delante de él vuestro corazón;
Dios es nuestro refugio. Selah

DF

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