“sino que en todo fuimos atribulados; de fuera, conflictos; de dentro, temores” (2 Corintios 7:5b)
Inexplicablemente, llegan períodos a nuestra vida donde en todo somos atribulados. El ejército enemigo nos ha rodeado y se ha acercado tanto que está a la puerta de nuestra fortaleza; desde lo alto de nuestra torre del vigía podemos mirar hacia los cuatro costados y todo son conflictos en nuestro horizonte. Y digo inexplicablemente porque esto nos acontece precisamente cuando estábamos caminando en la voluntad de Dios, cuando empezábamos a notar progresos en nuestra vida espiritual, en nuestro servicio a Dios; es decir cuando nadie podría, como los amigos de Job, acusarnos de: “esto te pasa por…”
El apóstol Pablo, unas líneas antes del versículo mencionado dice en 2 Corintios 7:2 “Admitidnos: a nadie hemos agraviado, a nadie hemos corrompido, a nadie hemos engañado.” ¿Entonces cuál es el porqué de la tribulación, de los conflictos externos, de los temores internos? La tribulación no tiene otra explicación que la soberana voluntad de Dios.
Una amiga mía, que vive con los pies en la tierra pero con el corazón en el cielo, me envió recientemente el siguiente texto para animarme en mis aflicciones:
“Dios no desperdicia el sufrimiento, ni corrige por capricho. Si Él ara, es porque se propone a cosechar. Pedro aconseja: “No os sorprendáis si descubrís que la llama ardiente de la persecución anda entre vosotros para someteros a prueba”, y el escritor de Hebreos nos asegura que “después proporciona a aquellos que han pasado por su escuela, un resultado lleno de paz” Es así que, aparentemente, la vida ha de ser una serie de pruebas en la escuela de Dios. Las pruebas que Él manda o permite, son en realidad su voto de confianza, pues no permite que suframos pruebas superiores a nuestro poder de resistencia” (J. Oswald Sanders – Prefacio de “Una hoja verde en tiempo de sequía”)
“Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese“ (1 Pedro 4:12). No os sorprendáis si de pronto veis que estáis rodeados de conflictos por fuera y de temores por dentro. Seguramente se sorprendan tus conocidos, y tal vez algún “amigo de Job” aparezca para insinuarte que “algo habrás hecho mal y te lo mereces”. Pero como ya dijimos, la tribulación no siempre tiene explicación, y no estamos obligados a dar explicaciones a otros de lo que ni nosotros mismos somos capaces de entender. Pedro solo nos dice: no os sorprendáis y en seguida nos dice sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo.
Una de las cosas más difíciles en tiempo de tribulación es ver más allá de la misma tribulación, nuestros ojos naturales se enfocan en el conflicto, en el ejército que nos rodea, en los problemas que nos agobian, y ahí se detienen. ¿Pero qué hay detrás de eso? – “La mano del diablo” me dirás. No, no hagas al diablo soberano, mira más allá ¿quién mueve la mano del diablo?
¿Recuerdas la historia de Job?
Job 2:3-6 Y Jehová dijo a Satanás: ¿No has considerado a mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal, y que todavía retiene su integridad, aun cuando tú me incitaste contra él para que lo arruinara sin causa? Respondiendo Satanás, dijo a Jehová: Piel por piel, todo lo que el hombre tiene dará por su vida. Pero extiende ahora tu mano, y toca su hueso y su carne, y verás si no blasfema contra ti en tu misma presencia. Y Jehová dijo a Satanás: He aquí, él está en tu mano; mas guarda su vida.
Sobre la torpe y maliciosa mano de Satanás está la firme y misericordiosa mano de Dios que la mueve hacia donde Él quiere y la deja presionar hasta donde Él considere necesario. Es sorprendente que al principio del libro de Job, Dios autorice a Satanás a descender hasta Job para atribularlo; pero al final del libro cuando llega el momento de hacerle entender a Job el fruto de la aflicción sea Dios mismo quien desciende y le hable a su siervo: Entonces respondió Jehová a Job desde un torbellino, y dijo…(Job 38:1)
Al principio solo notarás las luchas, las dificultades y los temores, como si el aliento ardiente del mismo Satanás te quemara el rostro con aflicción, pero si permaneces fiel, al final notarás como Dios echa a un lado al diablo que usó como instrumento y desciende Él mismo a consolarte y a hacerte entender el porqué de su trato especial contigo.
¿Recuerdas la historia de Pedro?
Lucas 22:31-32 Dijo también el Señor: Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo; pero yo he rogado por ti, que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos.
Jesús confirma lo que es evidente en toda la Escritura: Satanás no puede hacer nada sin la autorización de Dios. Suena raro decirlo, pero nosotros no somos los únicos que le pedimos cosas a Dios, el diablo también le pide: le pide zarandearnos y probarnos.
“pero yo he rogado por ti, que tu fe no falte” le dice el Señor a Pedro, pero no solo le dice el principio (la prueba que ha de pasar) sino el final (el fruto de la prueba superada): y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos.
El escritor de la carta a los Hebreos dice de Jesús: por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos. (Hebreos 7:25) No olvides nunca que nuestro Soberano Señor Jesús está sentado a la diestra del Padre e intercede siempre por ti y por mí para que nuestra fe no nos falte en la hora de la prueba.
¿Te acuerdas del mensaje de Jesús a la iglesia de Esmirna?
Apocalipsis 2:10 No temas en nada lo que vas a padecer. He aquí, el diablo echará a algunos de vosotros en la cárcel, para que seáis probados, y tendréis tribulación por diez días. Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida.
Jesús le advierte a la Iglesia que va a padecer, no le dice el “por qué”, solo le advierte el instrumento que usará para probarlos (el diablo), le advierte el método (cárcel), le advierte el tiempo exacto que durará (diez días) y le anima recordándole el “para qué”, el premio de la fidelidad: yo te daré la corona de la vida.
Ten presente siempre que en la vida espiritual los ¿por qué? le pertenecen solo a Dios y a su soberanía, a nosotros nos toca confiar en que todo está bajo Su control y de esa manera permitir que se produzca el fruto.
“La disciplina es siempre preparatoria de la bendición y no puede traer otra cosa que bendiciones cuando se la recibe adecuadamente. Es aquí donde reside nuestra responsabilidad. La comida no digerida es veneno, no una bendición. Las disciplinas que no se reciben correctamente, amargan en lugar de endulzar el carácter. Preguntar quejumbrosamente “¿Por qué?” cuando el castigo recae sobre nosotros es, en efecto, acusar al omnisapiente Dios lleno de amor, de ser caprichoso. Él no desgarra el corazón meramente para demostrar su poder y soberanía, sino para prepararnos para ser más fructíferos. Poda cada rama que no da frutos para aumentar su rendimiento. La disciplina tiene un propósito. ¿Cómo reaccionamos al arado de Dios? ¿Nos suaviza, nos sojuzga, nos castiga? ¿O endurece y entiesa nuestra resistencia a su voluntad? ¿Nos endulza o nos amarga? (J. Oswald Sanders – libro: Madurez espiritual)
“Dejadlo arar, Él tiene como propósito cosechar“. Decía Samuel Rutherford en sus horas de aflicción.
Isaías 28:24 El que ara para sembrar, ¿arará todo el día?
Recordemos lo que Jesús le dijo a la iglesia de Esmirna: y tendréis tribulación por diez días. Antes de que comiences la prueba ya el buen Señor determinó el tiempo exacto en que Él arará tu tierra para sembrar.
“Arar es solo un medio para llegar a un fin. Cuando este se logra, su arado cesa. En la historia de Israel se puede ver el discernimiento del Dios de este pueblo. Durante cuatrocientos treinta y siete años el arado de la tiranía egipcia maduró a través de la tierra dura de la nación hebrea, un desierto no prometedor en el que Dios vio posibilidades de una rica cosecha; pero no podía haber cosecha sin arado. Tan pronto como la disciplina del látigo del capataz egipcio hubo logrado su propósito, fue eliminada. Él no permitió que su pueblo se angustiara bajo la opresión de sus amos ni un día más que el necesario para lograr el propósito benéfico divino. Tan pronto como estuvieron preparados para recibir la liberación, Él los condujo al descanso, la abundancia y la victoria de Canaán. Pero solo la severidad de la disciplina los independizó de Egipto. El granjero hábil discrimina entre un suelo y otro. El suelo liviano y arenoso requiere solo un arado breve y ligero. La arcilla dura y agria requiere un tratamiento totalmente diferente para producir una cosecha. Debe dejársela desnuda al sol y drenarla. El arado debe hundirse profundamente en el subsuelo, tan profundamente como se pueda. El suelo debe ser rastrillado y rastrillado hasta que se rompan los terrones y haya una fina capa labrada donde la semilla germine y crezca. El granjero está discerniendo sobre la duración de su arado. No solo debe desarraigar y arar continuamente su tierra. Trata cada suelo de acuerdo con su necesidad. ¿No es esta la explicación de la diferente incidencia del sufrimiento, la angustia y las pruebas? Se puede confiar en el “agricultor celestial”, en la adaptación, en los tiempos y en la duración de las disciplinas que permite su amor. Estamos a salvo en sus manos.” (J. Oswald Sanders – libro: Madurez espiritual)
En los capítulos anteriores hablamos de Eliseo, quiero para terminar, que repasemos un maravilloso suceso en la vida de este hermoso siervo de Dios cuando estando en la ciudad de Dotán, el rey de Siria quiso acabar con él.
2 Reyes 6:14-17 Entonces envió el rey allá gente de a caballo, y carros, y un gran ejército, los cuales vinieron de noche, y sitiaron la ciudad.
Y se levantó de mañana y salió el que servía al varón de Dios, y he aquí el ejército que tenía sitiada la ciudad, con gente de a caballo y carros. Entonces su criado le dijo: ¡Ah, señor mío! ¿qué haremos?
El le dijo: No tengas miedo, porque más son los que están con nosotros que los que están con ellos.
Y oró Eliseo, y dijo: Te ruego, oh Jehová, que abras sus ojos para que vea. Entonces Jehová abrió los ojos del criado, y miró; y he aquí que el monte estaba lleno de gente de a caballo, y de carros de fuego alrededor de Eliseo.
Como dije al principio, puede que en este día estés parado en la torre del vigía, y mires a tu alrededor y todo sean conflictos por fuera y temores por dentro; estás rodeado, acechado, sintiendo el aliento de tu enemigo por todas partes, no puedes huir… no debes huir. Tu alma gime como el salmista:
¿Hasta cuándo, oh Dios, nos afrentará el angustiador?
¿Ha de blasfemar el enemigo perpetuamente tu nombre?
¿Por qué retraes tu mano?
¿Por qué escondes tu diestra en tu seno?
Pero Dios es mi rey desde tiempo antiguo;
El que obra salvación en medio de la tierra.
No entregues a las fieras el alma de tu tórtola,
Y no olvides para siempre la congregación de tus afligidos.
Salmos 74:10-12,19
¡Ah, señor mío! ¿qué haremos? Fue el clamor angustioso del criado que solo podía ver la aflicción y al ejército enemigo. Mas Eliseo se mantiene firme, está mirando hacia la misma dirección que su ayudante pero puede ver más allá, no está mirando la mano del enemigo sino viendo la mano soberana que mueve la mano de su adversario; no está mirando al gran ejército que tenía sitiada la ciudad, está viendo al ejército celestial que le rodea para defenderlo.
El criado y Eliseo están en la misma situación, pero mientras el criado mira lo natural, el profeta está viendo lo espiritual. Mientras el criado mira al ejército enemigo el profeta ve al ejército amigo. Mientras el criado tiembla de espanto, el profeta dice: No tengas miedo, porque más son los que están con nosotros que los que están con ellos.(vs. 16) Uno grita angustiado: ¡Ah, señor mío! ¿qué haremos? (vs. 15)… el otro: Y oró Eliseo. (vs. 17)
No podemos evitar que vengan las pruebas y tribulaciones, ni podemos evadirnos de ellas, pero debemos afrontarlas con un diagnóstico acertado:
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¿Quién tiene el control absoluto de la situación: Satanás, yo, o Dios?
1 Corintios 10:13 No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar.
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¿Estoy solo frente al enemigo?
Salmos 34:6-7 Este pobre clamó, y le oyó Jehová, Y lo libró de todas sus angustias. El ángel de Jehová acampa alrededor de los que le temen, y los defiende.
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¿Mis aflicciones son un sinsentido?
Hebreos 12:11 Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados.
Podemos después de esta pequeña reflexión confesar con todo nuestro corazón:
Aunque un ejército acampe contra mí,
No temerá mi corazón;
Aunque contra mí se levante guerra,
Yo estaré confiado.
Porque él me esconderá en su tabernáculo en el día del mal;
Me ocultará en lo reservado de su morada;
Sobre una roca me pondrá en alto.
Luego levantará mi cabeza sobre mis enemigos que me rodean,
Y yo sacrificaré en su tabernáculo sacrificios de júbilo;
Cantaré y entonaré alabanzas a Jehová.
Salmos 27:3,5-6